viernes, 9 de mayo de 2014

Campaña Marítima Chilena en el Lago Titicaca

Lancha Torpedera Colo Colo

Tal vez, el acontecimiento que se narrará sea el más ignoto de las campañas marítimas que se desarrollaron durante la conflagración bélica denominada “La Guerra del Pacifico”. Me refiero al hecho que una nave de guerra perteneciente a la Armada de Chile haya navegado e impuesto la supremacía nacional, ondeando el pabellón patrio en su asta de popa, en las aguas del lago Peruano-Boliviano Titicaca.

A la sazón, la escuadra nacional, estaba integrada por una variada gama de buques de diversos tonelajes, algunos de guerra como los blindados Blanco Encalada y Cochrane las Corbetas O”Higgins, Abtao y Esmeralda y otros barcos de carácter logísticos como el Matías Cousiño, Rimac y el Loa entre otros navíos, que permanecieron en el teatro de operaciones de la zona norte desde el inicio de la campaña marítima con el bloqueo del Puerto de Antofagasta hasta el retiro del último soldado Chileno de los campos de batalla. Les cupo una participación destacadísima en las escaramuzas mientras duró el conflicto.

Integraban también la flota naval, cuatro lanchas torpederas cuyos nombres fueron: Colo Colo, Fresia, Guacolda y Tucapel. Su tripulación era de dos oficiales y 25 marineros, poseían dos o tres torpedos del tipo botalón y una ametralladora marca Hotchkiss empotrada sobre la cubierta.

Estos navíos fueron construidos para Chile por los astilleros Ingreses Yarrow of Poplar, tenían 12 metros de eslora y estaban reforzadas en sus proas de tal modo que podía embestir una embarcación de similares características.

Los torpedos a que se hace alusión, consistían en una pértiga o botalón ensamblado en la proa del navío que sobresalía de la nave 5 a 7 metros, en cuyo extremo portaba una carga explosiva que se activaba eléctricamente al tomar contacto en la embestida con el buque adversario o también podía ser alojada bajo la línea de flotación.

Corría el año 1882 y la guerra ya estaba en su ocaso. El General del Ejercito Peruano Nicolás de Piérola había huido de la ciudad de Lima dejando el gobierno acéfalo. Este hecho le sirvió para que ingresara victorioso el General Manuel Baquedano al mando de las huestes nacionales y una vez asentado el ejército en esa ciudad, le encomendó la honorable misión de restablecer el orden y la seguridad de sus habitantes, al  Batallón “Bulnes” integrado por los Policías de la ciudad de Santiago.

Mientras tanto, en la sierra Boliviana aún permanecían diversos grupos de soldados ajenos al término del conflicto, aunque eran tropas aisladas se enfrentaban duramente con las chilenas y usaban el lago Titicaca que dividía ambos países, como medio fluvial de comunicación y de apertrechamiento, como también usaban las barcas y canoas de paja de los indígenas para huir al interior del lago después de las escaramuzas.   

Fue esta razón entonces, que motivo a la jefatura de la Armada Nacional para designar al Teniente 1º Ángel Lynch Irving como comandante de la lancha torpedera Colo-Colo para que, desde el puerto Peruano de Ilo y junto a los ingenieros navales chilenos procedieran al desguace de la lancha y las piezas debidamente embaladas en cajones, fueron  transportada en el ferrocarril hasta el poblado de San Carlos de Puno y una vez en el destino, fue nuevamente ensamblada y botada en las aguas del lago Titicaca. Su misión fue cortar las líneas de comunicaciones y aprovisionamiento del ejercito Peruano y Boliviano que aún resistía, así también en los distintos desplazamientos por el lago, logró neutralizar las embarcaciones enemigas, navíos que  fueron requisados y entregados al Coronel del Ejército Chileno Diego Duble Almeyda. 

Terminada la confrontación y firmado el armisticio entre ambos países, la lancha torpedera Colo-Colo fue devuelta al océano pacifico y navegó orgullosamente con la bandera nacional en el mástil de honor, siendo recibida en Valparaíso con los vítores navales. Continuo en servicio hasta el año 1885 cuando fue definitivamente dada de baja de la armada.

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